Ahí estábamos, solos los dos, una fría pero agradablemente
gris tarde de invierno, sin el cliché del par de tazas de café de por medio.
Solo charlando mirando al cielo, como aquellos que llevan años acostumbrando
eso.
Me preguntó su nombre. De entre todas las cosas en que podía
interesarse quiso saber su nombre. Supe que sabía mi secreto; no fui capas de
mentir; sonrió con satisfacción.
“¿Cómo lo averiguaste?”
“Cuestión de pronombres… ” Tenía razón, incluso ahora mismo los
evito. Pero yo temía hubiera mas ¿Qué tal que hubiese fallado y hubiera estado
mostrándolo todo este tiempo?
Dijo que eso era todo y estaba bien. Que no debía de
saberse, por que nadie necesitaba saberlo.
No fue lo que dijo si no como lo dijo, el tono que usó y el
modo en que me miró al hacerlo: supe que también tenía un secreto. Tal vez
el mismo que yo, tal vez peor, pero al final un secreto, y así como respetaba el mio yo debía respetar el suyo y conformarme a saberlo de este modo
tácito e implícito… justo como sería todo entre nosotros... siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario