No busco perfección, que sea bueno es más que suficiente.
Nunca nada te complacerá al punto de que no quieras saber más del resto del
mundo. Tendrá un “pero”, sí, pero basta con asegurarse de que haga las cosas interesantes, no
innecesariamente difíciles.
No quiero la promesa de un por siempre, no hay forma que
alguien pueda dar eso. Siempre estamos cambiando, siendo los mismos a la vez, y
el destino es aún más complejo que eso. Pero es bueno saber que va cambiando y
que no, así puedes dejar ir apropiadamente si es necesario.
No puedo pedir que seamos análogos, me gusta aprender; no
pido un cliché de cuento pues siempre lo detesté… y soy muy masculino para
ello.
No pido un estereotipo, pues ciertamente no puedo dar eso.
Curiosamente, en tanto a lo que busco puedo hacerlo, pero no quiero hacerlo.
Yo soy quien está aquí siempre, el novecientos once para
todos, quien solo escucha. El único que no te mirará con lastima, pero aun así
intentará entenderte.
Está en mi naturaleza, me gusta, lo agradezco y me siento
orgulloso: ser fuerte, capaz de mantener las cosas separadas, pero no
insensible como podría parecer.
A veces necesito sacar todo el deshecho producto del drama
que me hizo así; producto de esas miradas sobre la camilla y hasta esos
temerosos que nunca se atrevieron a ser.
Soy así siempre, quizá excepto cuando escribo, pero quiero
más que eso.
No tener que ser siempre tan fuerte… al menos no tanto
tiempo… y no contigo.