jueves, 15 de agosto de 2013

Biblioteca.





Siempre tengo uno a la mano para abrir y contar su historia. La gente no suele saber si es un truco a las mil una noches, si tengo una gran imaginación, soy un charlatán o cualquier otra opción o mezcla de las anteriores.

Pero no, la verdad, son meras anécdotas de vida.

Sé que no soy tan viejo, soy todo menos aventurero y ni siquiera suelo abandonar las cuatro paredes de mi habitación, pero puedo asegurar viví cada palabra. Tal vez no literal, tal vez no tan dramáticamente y es muy probable haya malentendido muchas cosas... pero lo viví.

Aun así muchos se preguntan cómo es posible. Admiran la cantidad de lomos en las repisas sin pensar en el incompleto final que la mayoría posee, menos lo que eso representa.

Tengo todas estas historias por que no he podido concluir ninguna como me gustaría, algunas ni siquiera empezar. Muchas veces el desenlace se vuelve tan predecible que no puedo obligarme a continuar.

Yo no puedo seguir sabiendo que terminará mal. No puedo aferrarme a una historia ilusamente hasta que no da más. Si lo hiciera supongo seria como los demás: tendría solo una oculta en la alacena, fuera de la vista ajena y pesando mucho más que esta biblioteca donde cualquiera puede entrar y aprender, aconsejar algo o señalar algún detalle que yo no vi.

No me llames coleccionista, ellos suelen tener infinidad más ¡Miles! Y entre más, son más cortas. Para ellos la colección significa todo, pero cada historia nada en sí.

Ellos solo quieren más y más, a mí me basta con la historia correcta.

Que tenga una base sólida, cuyos defectos valgan sus virtudes y cuyos altibajos no formen su trama en sí, pero la vuelvan interesante. Que me sorprenda con lo que vaya a pasar, para motivarme a seguir hasta el final.

Sea saga o una sola novela, quiero ser capaz de volver a leerla sin ningún pesar cuando llegue a terminar.






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